Por María Carolina Cangemi
Rectora del Colegio de la Santa Cruz

Cada vez es más común escuchar a los docentes quejarse de su trabajo en las escuelas: "que a los chicos ya no les interesa nada, que tienen mala conducta, que los padres no colaboran, que la escuela no es reformatorio". Mucho se habla de la crisis educativa, de maestros impotentes, de padres ausentes. Es necesario un cambio de mirada.

Hoy vivimos en contextos signados por la fluidez y el cuestionamiento constante de reglas y de normas, en todos los ámbitos. Nuestros tiempos se caracterizan por profundas transformaciones tecnológicas y mediáticas que modifican nuestra manera de ser y de relacionarnos con los otros.

Nuestros chicos invierten muchas horas de encierro y de consumo de pantalla, en escenarios familiares que han democratizado los lazos, y parecen haber achicado las diferencias generacionales entre padres e hijos.

Construcción colectiva

La escuela necesita nuevas maneras de operar, a partir de la construcción colectiva de normativas consensuadas entre docentes, padres y alumnos para lograr procesos de aprendizaje mediante la convivencia democrática.

Necesitamos recrear en los jóvenes el deseo de reencontrarse con ellos mismos, con sus posibilidades y potencialidades de aprendizaje, preparándolos para la experiencia mediática, que signa hoy nuestras vidas.

Debemos trabajar con nuestros alumnos para lograr con ellos una sólida preparación que les permita afrontar un futuro cada vez más incierto, y un presente cada vez más saturado de estímulos, mediante la decodificación crítica de los mensajes de la cultura audiovisual, a partir de la recuperación, o mejor dicho de la reconstrucción de un piso de valores compartidos socialmente.

El gran interrogante

La pregunta sería entonces ¿Qué podemos hacer hoy los docentes?

Creemos que la respuesta radica en explorar las potencias de cada situación, aventurándonos con diferentes maneras de entender la educación.